17 de octubre de 2013

Una Verdadera Contribución a la Eficiencia Energética

El 4 de enero de 2003 entró en vigor la Directiva 2002/91/CE, que regula, en el ámbito de la edificación, las emisiones de gases de efecto invernadero, el consumo y la eficiencia energética, y la generación de energía a partir de fuentes renovables. Los objetivos fundamentales de esta Directiva son la mejora de la eficiencia energética en los edificios y la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero.

Esta normativa entró en vigor en España el pasado 1 de junio y afecta tanto a los edificios de nueva construcción como a los edificios existentes (y sus partes integrantes) que sean objeto de venta o alquiler.

En el proceso de certificación de la eficiencia energética en los edificios, los técnicos competentes valoran y analizan principalmente dos aspectos:

Por un lado, la envolvente térmica del edificio: los muros, los huecos, los cerramientos, el aislamiento, los puentes térmicos, etc. En definitiva, las propiedades térmicas del edificio.

Por otro lado, las instalaciones: los equipos de ACS, calefacción, refrigeración y las contribuciones energéticas. La iluminación, en vivienda, no se tiene en cuenta.

Como resultado del proceso de cálculo, tendremos un nivel determinado de eficiencia energética correspondiente a las emisiones globales de CO2 y al consumo de energía primaria (medida en toneladas equivalentes de petróleo).

Tras ello, los técnicos competentes recomiendan unas medidas de mejora de la eficiencia energética (opcionales, de momento), que pueden actuar tanto sobre la envolvente térmica como sobre las instalaciones. Lo más común, lo más rápido y económico, es actuar sobre las instalaciones.

¿En qué consisten estas mejoras?

Curiosamente, el consumo de energía eléctrica se penaliza, y pasar de una caldera eléctrica a una caldera de gas, o pasar de un sistema de calefacción eléctrico a uno de gas, mejora sustancialmente la eficiencia energética al reducirse con ello las emisiones de CO2.

Pero, ¿por qué ocurre esto?

Porque la producción de energía eléctrica se realiza a través de combustibles fósiles en las centrales térmicas, y por tanto, el consumo de energía eléctrica genera emisiones de CO2. Si la generación de energía eléctrica proviniese de fuentes 100% renovables, no habría problema en que todos los edificios tuviesen un porcentaje elevado de instalaciones eléctricas.

Mientras la generación de energía eléctrica provenga de combustibles fósiles y contaminantes como el gas, el carbón o el petróleo, la eficiencia energética premiará las instalaciones basadas en estos combustibles por muy paradógico que resulte.

Es decir, que la Directiva de la eficiencia energética en realidad no ayuda ni a la sostenibilidad ni a la incorporación paulatina de las energías renovables en el mercado energético. Simplemente, en función del modelo energético vigente, ya pueda estar basado en fuentes de energía fósiles o renovables, penalizará la generación de emisiones de CO2 sin pretender con ello transformar el modelo energético en cuestión, aunque dicho modelo sea contaminante.

Si en España generásemos energía eléctrica exclusivamente de fuentes renovables, casi todos los edificios tendrían calificaciones A, B y C, en vez de las actuales E, F y G. Y por tanto, la certificación en eficiencia energética no sería necesaria.


En resumen, está recayendo nuevamente sobre los contribuyentes, la mayor parte de los costos en materia de eficiencia energética, cuando deberían recaer sobre el sector de la energía y la industria.

12 de octubre de 2013

Una Tercera Revolución Industrial

En lo que llevamos de civilización, se han sucedido y desarrollado dos grandes revoluciones industriales, donde el progreso vino de la mano de la ciencia y la tecnología, y la economía se adaptó y moldeó a esos grandes cambios.

La Primera Revolución Industrial surgió a mediados del siglo XVIII con la mecanización de la industria textil y posteriormente el descubrimiento de la máquina de vapor y el desarrollo de los ferrocarriles. Un nuevo modelo productivo basado principalmente en el carbón como fuente de energía y en el hierro como material predilecto.

La Segunda Revolución Industrial surgió a mediados del siglo XIX con el desarrollo de nuevas industrias, como la industria química, eléctrica y automovilística, que permitieron desarrollar el motor de combustión interna, el aeroplano, el automóvil, la refrigeración mecánica, el teléfono, la radio, etc. Un nuevo modelo productivo que trajo la manufactura y el desarrollo de nuevas formas de energía como el petróleo y el gas, y nuevos materiales como el acero, el aluminio, el alquitrán, etc.

A lo largo del siglo XX se desarrollaron en este marco productivo la biotecnología, la industria agroquímica, las telecomunicaciones (con internet, la fibra óptica y los satélites), y una nueva forma de energía, la nuclear, inauguró la era del uranio, las centrales nucleares y la bomba atómica.

Desde esta perspectiva de avance incansable, podemos concluir que el ser humano busca siempre adquirir nuevos conocimientos, desarrollar nuevos instrumentos y alcanzar nuevas metas. A cada conquista de la ciencia y la tecnología, se sucede otra aun más amplia y elevada.

En vista de lo que ha comportado para el mundo el desarrollo moderno de la Segunda Revolución Industrial, se prevé, para el siglo XXI, el surgimiento de una Tercera Revolución Industrial. Una revolución basada en las energías renovables, las redes inteligentes (Smart Grids) y las impresoras 3D.

No obstante, el cambio no acaba de materializarse pese a que la ciencia y la tecnología ya están preparadas para ello.

Los mercados de la energía eléctrica, el petróleo, el gas, el automóvil fósil, etc., están fuertemente controlados por grandes corporaciones transnacionales. La posición monopolista que han alcanzado estos oligopolios, así como su connivencia con el poder político (lo que comúnmente se llama corrupción política), resulta ser un gran obstáculo para que la humanidad pueda desarrollar una Tercera Revolución Industrial.

Los intereses económicos de esta élite que ha alcanzado la cima del desarrollo de la Segunda Revolución Industrial, lógicamente son los de mantener su situación monopolista antes que apostar por un nuevo modelo energético. Al menos, mientras aun quede petróleo y gas en el mundo. Es por este motivo que no se está intentando frenar, desde la gran industria, el Calentamiento Global provocado por la misma.

El Cambio Climático esta derritiendo los casquetes polares, permitiendo a la gran industria abrir nuevas rutas comerciales y la explotación de nuevos yacimientos de petróleo y gas ubicados bajo el suelo del fondo marino. Pero mientras no sea rentable su extracción, por los elevados costes, la gran industria proseguirá con el desarrollo de nuevas formas de obtener tales energías y de ralentizar el inicio de la Tercera Revolución Industrial. De ahí que el Fracking o gas de esquisto, sea la nueva apuesta de la industria del gas, aunque por ello se contaminen los acuíferos.

No obstante, el cambio hacia la Tercera Revolución Industrial ya se ha empezado a producir, puesto que, siendo los recursos energéticos actuales, limitados, y por tanto escasos, la tendencia creciente de la población mundial y el desarrollo de China apuntan a su encarecimiento, con las consiguientes tensiones y guerras asociadas a su posesión y control. De ahí el desarrollo de coches híbridos, centrales de ciclo combinado, energías renovables, etc.

Pero aun no podemos hablar de un verdadero cambio, de una verdadera revolución. La Tercera Revolución Industrial se iniciará con el abandono del gas y el petróleo para la producción de energía eléctrica a escala mundial, con el desarrollo de las energías renovables, las redes inteligentes, el paso de la manufactura a las impresoras 3D domésticas, etc.

Esta es la revolución que vendrá a equilibrar el mundo, a reducir la contaminación y el cáncer que de ella se deriva, a reducir la dependencia económica entre países, a redistribuir la energía eléctrica, a favorecer el autoconsumo responsable, la producción de bienes a nivel doméstico mediante las impresoras 3D, etc. En definitiva, a posibilitar un cambio de ciclo: el fin de la crisis económica y el relanzamiento de la economía a escala mundial. Y los bancos tienen que contribuir canalizando la inversión productiva hacia estos nuevos sectores del futuro. Sin ellos, sin inversión productiva, no hay futuro sostenible y seguiríamos entonces sumidos en guerras innecesarias, ambientes contaminantes, la destrucción incesante de la naturaleza, etc.

1 de octubre de 2013

Una España 100% Renovable

Hace poco, salía a la luz el resultado de una investigación de la mano del ingeniero industrial Santiago Galbete. Su tesis doctoral, que ha obtenido la calificación de apto Cum laude por unanimidad y ha sido dirigida en la Universidad Pública de Navarra por Luis Marroyo, concluía lo siguiente: “el desarrollo de un sistema de generación renovable no supone para la industria actual un reto inasumible en absoluto y 20 años debieran ser suficientes para su consecución”.

A continuación, he realizado un resumen de lo que tenemos a día de hoy y de lo que nos falta por hacer en materia energética para lograr tan necesario objetivo.

Según un informe descargable del Grupo de Estudios Estratégicos (GEES), los datos aportados por Red Eléctrica Española concluyen que España finalizó el año 2010 con una potencia instalada de 103 GW y un pico máximo de energía consumida de 44 GW.

Lo que propone el ingeniero en cuestión, es lo siguiente (con los datos más actualizados):

1. Energía Eólica: incrementar los actuales 22 GW hasta 48 GW.
2. Energía Solar: incrementar los actuales 6 GW hasta 27,5 GW.
3. Energía de Biomasa: alcanzar los 12 GW.
4. Energía Hidráulica: repotenciación de los actuales 14,8 GW hasta los 17 GW.
5. Centrales de Bombeo: incrementar los actuales 2,7 GW hasta 6,1 GW.

En total, 110,6 GW procedentes 100% de fuentes de energía renovable.

La investigación también se hace cargo del estudio económico para rentabilizar el coste de tales obras.

Ante todo ello, ¿para cuando la implantación completa de las energías renovables y por tanto, de nuestra independencia y autosuficiencia energética?