21 de abril de 2014

Mayor Transparencia en la Información Nutricional

Hace poco me compré un Magnum Almendrado, y preguntándome sobre qué lo hacía tan bueno, se me ocurrió mirar la letra pequeña de los ingredientes, y esto fue, literalmente, lo que me encontré: "helado de vainilla con chocolate con leche (28%) y almendras (5%)". A continuación se indicaban otros ingrdientes tales como diversos tipos de grasas, jarabes, emulgentes, aromas, estabilizantes, colorantes, y en definitiva, toda una serie de productos químicos cuya proporción no estaba indicada.

Entonces descubrí que del helado que me había zampado (de unos 100 gr.), sólo el 33% del mismo era realmente el helado. El 67% restante era grasa y química, cuyas proporciones, insisto, no estaban indicadas.

Entonces me pregunté, ¿pero por qué no están indicadas?, ¿no se supone que vivimos en la era de la información?, ¿entonces por qué se nos oculta algo tan básico como la composición de un simple bombón helado?.

La realidad es que este ejemplo no es un caso aislado, existen muchos productos en el mercado cuya composición no se especifica de forma detallada. ¿Por qué entonces no se nos está informando debidamente sobre el contenido de algunos alimentos que consumimos?

Probablemente, si fuésemos conscientes de la composición de todo lo que consumimos, entraríamos de lleno en un nuevo y desconocido paradigma: ¿quién se compraría un helado sabiendo de antemano que casi el 70% del mismo es pura grasa y química barata?, ¿quien consumiría según que productos si supiese realmente lo que contienen, o si supiese que su composición afecta negativamente a su salud?. La respuesta: tal vez, mucha menos gente de la que hoy en día consume productos después de verlos anunciados.

Y he aquí el quid de la cuestión: la publicidad nos manipula. Los anuncios son puramente psicológicos, e intentan despertar necesidades ficticias en nuestra mente. Los anuncios logran que asociemos productos con ideas y sentimientos positivos, con aspiraciones, formas de vivir, y en definitiva, con muchos aspectos de nuestra psique humana. En muchas ocasiones, las conecuencias de ese vínculo que nuestra mente establece con el producto escapan a nuestro control, ya que inmediatamente después de ver un anuncio, si nuestra mente establece una asociación emocional con el producto, a la hora de ir al supermercado, la decisión de comprar uno u otro producto ya viene determinada sin que nosotros seamos plenamente conscientes de ello.

Se podría decir que en determinados aspectos, la publicidad parece ser más determinante que el conocimientos sobre lo que consumimos.

Por tanto, es evidente que existe un problema de falta de transparencia. Por un lado, la publicidad establece un vínculo de confianza con el producto anunciado, evitando de esta forma nuestra inquietud por saber exactamente qué estamos comprando, y por otro, que aunque tengamos la inquietud de conocer lo que consumimos, en ocasiones la información nutricional dista mucho de ser detallada y completa.