15 de octubre de 2014

Un Observatorio Lunar

Era 1968 cuando Stanley Kubrick y Arthur C. Clarke llevaron la novela de ciencia ficción 2001: Una odisea espacial a la gran pantalla. Tan sólo un año después, la misión Apolo 11 de los EEUU lograba con éxito el primer alunizaje de una nave tripulada. Era el contexto de la carrera espacial soviético-estadounidense que duraría hasta mediados de los años 70. En esos casi veinte años de rápidos avances en la exploración del espacio exterior, se alcanzaron metas sin parangón.

Sin embargo, desde entonces la conquista del espacio ha tomado un ritmo mucho más pausado. Los avances en telecomunicaciones, informática, robótica e inteligencia artificial, han promovido un uso más racional de los recursos terrestres en la exploración espacial. La utilización de sondas y robots para explorar otros planetas ha logrado sobrepasar con creces el rendimiento obtenido mediante el envío de seres humanos. Ahora las misiones espaciales son más baratas, más fiables, utilizan menos recursos y el nivel de responsabilidad humana es mucho menor. Pero pese a todo ello, la exploración espacial rinde aun por debajo de sus posibilidades teóricas.

Si bien es cierto que se ha avanzado mucho en los ámbitos de la triangulación de señales (GPS), las comunicaciones por satélite, los relojes atómicos y la exploración de otros planetas con robots, de haber proseguido con el ritmo de la carrera espacial, probablemente hubiéramos alcanzado muchas más metas de las alcanzadas hasta la fecha: eliminación de la basura espacial, corrección permanente de la pérdida de la órbita de la EEI, mejora de la utilidad de la EEI, expansión y mantenimiento de la EEI más allá del 2020, construcción de una base lunar, construcción de un observatorio lunar, etc.

Y quiero hacer especial hincapié en lo que supondría uno de los avances más significativos de la historia de la astronomía: un observatorio lunar.

¿Por qué un observatorio lunar?

La idea radica en la posibilidad de observar el espacio sin las interferencias producidas por la atmósfera terrestre y la polución atmosférica, hecho que deben corregir todos los grandes telescopios terrestres. Sin embargo, la novedad no subyace únicamente en este avance, ya que hoy en día ya existe un telescopio ubicado fuera de la atmósfera terrestre.

La cuestión primordial está en la fusión de esta conocida ventaja con la posibilidad de construir un telescopio de gran tamaño fuera de la atmósfera, y es que dado que el diámetro es el parámetro más importante de un telescopio, al asentarse éste en suelo firme (la Luna), se podría construir con un diámetro mucho mayor que el que pueda tener cualquier telescopio destinado a orbitar la Tierra.

La calidad de las imágenes obtenidas a través de este observatorio lunar superaría con creces la obtenida por cualquier telescopio construido hasta la fecha. Un buen tamaño de lente para este telescopio gigante bien podría ser de entre 30 y 40 metros de diámetro. Este observatorio podría construirse en el Polo Norte lunar, y dada la dificultad para trasladar continuamente seres humanos de la Tierra a la Luna y viceversa, este observatorio debería contar con un sistema automatizado y de control remoto (desde la Tierra o la EEI).