24 de diciembre de 2015

Prácticas de la Obsolescencia Programada

Hace algún tiempo comenté en un artículo la necesidad de erradicar la llamada Obsolescencia Programada, desde un punto de vista medioambiental.

Ciertamente, también se podría defender esta postura desde un punto de vista económico, teniendo en cuenta que el consumidor se ahorraría mucho dinero al no tener que comprar continuamente las mejoras de un determinado tipo de producto. Sin embargo, cabe afirmar que las consecuencias económicas de la erradicación de la Obsolescencia Programada, irían mucho más allá del impacto económico inmediato en el consumidor. También el modo de producir de la Industria y la publicidad se verían afectadas, y como es de suponer, las consecuencias para ellos no serían tan agradables como para el consumidor.

Sin ánimo de entrar en los asuntos macroeconómicos que no me competen, trataré de hablar de las prácticas que yo mismo he observado sobre la Obsolescencia Programada, ya que muchas personas creen erróneamente que la Obsolescencia Programada no existe o es un bulo. Veamos pues algunos ejemplos de este hecho consumado:

Termómetros eléctricos

¿Alguien recuerda los termómetros de mercurio? yo sí. Mis padres tenían dos desde antes de que yo naciera, y aun los conservan. Tienen más de 30 años y siguen funcionando con total fiabilidad. Sin embargo, alguien decidió que medir la fiebre con un termómetro de mercurio era una pérdida de tiempo (se tardaban 2 o 3 minutos en conocer la temperatura), y que era mucho mejor poder medir la fiebre en unos pocos segundos (lo cual comparto plenamente). Sin embargo, el resultado de llevar a la práctica esta gran idea ha acarreado algunos inconvenientes. Hablo de los termómetros eléctricos, que aunque cumplen plenamente con su función, van con pilas. Y el día en que se te acaban las pilas, te quedas sin termómetro. No queda realmente obsoleto, porque puedes comprar una pila y volverlo a utilizar, pero de hecho, sin las pilas el termómetro no puede funcionar. La reflexión es la siguiente, ¿por qué a pilas y no con una batería recargable?, o también ¿por qué se han dejado de fabricar los termómetros de mercurio y no tenemos más remedio que comprar un termómetro eléctrico y sus sucesivas pilas que vamos a necesitar a lo largo del tiempo?. Todo pasa por comprar, volver a comprar y seguir comprando.

Motores con piezas de plástico

Hace poco, en el lugar donde trabajo, se estropeó un interruptor general encargado de realizar una conmutación eléctrica entre líneas de alimentación. Al desmontarlo, observamos que se había desprendido un engranaje de plástico dentado perteneciente al motor del interruptor. Para nuestra sorpresa, vimos que el resto de piezas del motor eran metálicas y muy resistentes, pero que por alguna razón, esta pieza clave no era metálica como las demás, sino de plástico. Para colmo del asunto, el propio fabricante ni se ofrecía a reparar el motor ni suministraba esta pieza, adivinad: la única opción era comprar un interruptor nuevo cuando el resto de piezas funcionaban correctamente. El precio de ese interruptor superaba con creces mi propia nómina. Nuevamente, todo pasa por comprar, volver a comprar y seguir comprando. No obstante, empiezan ya a surgir alternativas al consumo desbocado y el despilfarro de recursos: webs como iFixit, promueven la reutilización y la reparación de los productos que nos rodean.

"Smartphones" deficientes

No quiero entrar en la discusión de lo absurda que es la moda actual de llamar a todas las cosas "Smart". Pero lo cierto es que muchos móviles podrían llevar tranquilamente el prefijo "fool", "dummy" o "dumb". Hablemos de casos concretos: un compañero de trabajo tenía un móvil android y el software Wassap exigía una actualización para seguir funcionando. El problema es que su móvil no tenía suficiente memoria RAM para soportar la nueva versión y se ha quedado sin Wassap. La única forma de evitar volver a la edad de piedra ha sido comprarse un nuevo smartphone. Sin embargo, el móvil funcionaba a la perfección, tenía 3G y cámara integrada, por no hablar de la memoria flash y el procesador, que también funcionaban a la perfección. Todas esas piezas en perfecto estado se han visto de hecho obsoletas por un mecanismo informático: las actualizaciones de software. ¿Por qué las actualizaciones no se aplican únicamente a los smartphones que las pueden soportar?, ¿por qué las aplicaciones no permiten la compatibilidad con versiones anteriores?, ¿es lógico que un sistema denominado inteligente sea incapaz de ofrecer este tipo de funcionalidades básicas?. Es lo de siempre, todo pasa por comprar, volver a comprar y seguir comprando. Lo que está ocurriendo con el mercado de los móviles es ciertamente preocupante. No obstante, empiezan ya a surgir nuevas ideas sobre cómo reutilizar nuestros móviles sin tener que comprar el producto entero cada vez que una parte del sistema se queda obsoleta: es el fantástico concepto del móvil modular.

Publicidad de nuevos productos

Existe una clara relación entre la publicidad y la Obsolescencia Programada. Continuamente nos bombardean con anuncios que nos muestran nuevos y mejores productos de los que ya tenemos. Este hecho afecta a nuestra conciencia y a nuestra percepción subjetiva sobre la "validez" de los productos que ya poseemos. En ocasiones, debido al colosal impacto que ejercen los medios de comunicación en nuestra vida cotidiana, damos por anticuado u obsoleto un producto que está en perfectas condiciones. El producto en sí no ha sido desarrollado con componentes que reduzcan su vida útil, o un software malintencionado incapaz de asegurar la funcionalidad del producto. En este caso nos intentan convencer de que el producto que poseemos ya no nos sirve. Crean en nosotros la necesidad de adquirir nuevos productos a partir de tener que considerar que lo que poseemos ya no es bueno o válido. Sin duda alguna, es una táctica que funciona, y que hace que día tras día muchas personas tiren a la basura productos que funcionan perfectamente para comprarse otros más nuevos. Comprar, volver a comprar, y seguir comprando, ¿recordáis?