18 de marzo de 2014

Sin Obsolescencia Programada

Si existe algún concepto que refleje con claridad la moderna sociedad occidental (Primer Mundo), éste no puede ser otro que el de Consumismo Frenético: un modelo de desarrollo económico basado en la producción incesante de artículos de consumo, en la competencia de precios, en la captación continua de clientes, en la optimización de los procesos productivos, en el llamado valor añadido, etc.

En cierta forma, este estilo de vida nos viene muy bien, puesto que los consumidores ya no queremos "lo de siempre", buscamos nuevos y mejores productos, y sobretodo buscamos rentabilidad, igual que lo que hacen las empresas. No obstante, lo que va bien para unos, no siempre va bien para otros. Si este fenómeno ya ocurre entre las empresas, ¿cómo no va a ocurrir entre las empresas y la sociedad?

El modelo económico actual se basa en la máxima de que la producción no se deberá detener jamás. Todas las empresas buscan producir cada vez más, obtener más beneficios, más clientes, abarcar más sectores del mercado, diversificarse y expandirse a nuevos mercados, etc. En definitiva, reproducir el mismo patrón productivo constantemente. Y eso, no siempre va a la par con los intereses de los consumidores.

Es por ello que es de importancia capital el entender que estamos inmersos en un modelo productivo feroz, que no se detendrá ante el Calentamiento Global, y que exprimirá hasta la última gota de petróleo y gas del planeta, entre otras cosas. Espero equivocarme, pero tal vez empiece a ser hora de que los consumidores nos planteemos qué tipo de productos queremos realmente comprar, a que propósitos queremos contribuir con nuestras decisiones como consumidores, qué ejemplo queremos dar para con nuestros semejantes, etc.

Y he aquí un faro firme sobre un mar picado: apostar por la durabilidad y la reparación, antes que del inagotable ciclo de comprar-tirar-comprar. Con esta simple predisposición estaremos contribuyendo a la sostenibilidad de la naturaleza y de nuestra propia civilización. No es necesaria la producción ni el vertido incesante de productos. La tecnología está preparada para potenciar el ahorro y la eficiencia energética, para proteger a la naturaleza, y para que podamos cambiar nuestros hábitos de consumo.

La tecnología debe llevarse hasta el extremo, desde la automatización robotizada y monitorizada de la producción, pasando por alargar considerablemente la vida útil de los bienes de consumo, hasta lograr minimizar el impacto de nuestra actividad en la naturaleza. De esta forma, se debe ir sustituyendo al hombre por la máquina, se debe apostar por la innovación, el I+D+i, y por la autosuficiencia energética a todos los niveles.

Necesitamos un modelo de sociedad responsable y sostenible, que redefina los actuales parámetros de crecimiento y desarrollo, y que ponga la tecnología verdaderamente al servicio de la sociedad.

Es probable que el concepto de Obsolescencia Programada exista, no en todos los ámbitos ni en todos los sectores de la producción mundial, pero sí en muchos. En este sentido, creo que es importante hacer mención al Movimiento Sin Obsolescencia Programada, que persigue una mayor durabilidad de los productos que compramos, así como ahondar en el reciclaje y la reparación antes que en el reconsumo inmediato y continuado.

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